No hidden catch, no strings attached, just free love.
—DEPECHE MODE
He cometido dos errores en mi vida: nacer y casarme, se confiesa Pedro Orsan.
Divorciado, con un hijo preadolescente, es ahora un apasionado del intercambio de parejas. La cuenta que sostiene con su actual mujer en X (@loboylilith) asciende a poco más de 48K seguidores. Lo mismo en TikTok (43K). Lo que comenzó como una práctica sexual, se ha convertido en su mayor rasgo de identidad.
Ex músico, fue miembro de la banda Los Weeds, quienes se presentaron en el Vive Latino en 2009. Pedro se gana la vida con un trabajo medianamente normal. Es community manager. Desde joven se aficionó a las drogas. Lo que explica su personalidad adictiva, que ha volcado sobre sus otras dos principales fijaciones: el sexo y el gimnasio.
Le pregunto si no le da miedo que en cinco vaya a renegar de sus inclinaciones, abrace el cristianismo e inicie una cruzada contra el sexo, como le ha ocurrido a tantos otros. Con una calma budista, un rasgo del que carece por completo su personalidad, me responde que él vive en el presente, que nunca se está preocupando por el futuro. Y que lo último que le pasa por la cabeza es ceder algo del territorio conquistado.
Se inició en los asuntos de la peladez a los once años. Tierna edad en la que descubrió la monumental colección de pornografía de su padre. Lo que lo llevó a descubrir el arte de la masturbación. Que afirma, se le convirtió en vicio. Y del cual, a punto de cumplir los cincuenta años, todavía no ha salido.
A los 19 años perdió la virginidad en un trío con dos mujeres. Pero todavía pasarían muchos años antes de que la pulsión swinger lo poseyera. Según él se casó enamorado. Y la causa de su divorcio obedeció a que intentó meter a su ex esposa a la swingereada, pero ella se negó, lo que provocó la ruptura. Gracias al término de esa relación, pudo por fin encontrar a alguien que compartiera sus mismos gustos.
ESTO ES LO MÍO, EXPRESA CON CONVICCIÓN, me lo dije la primera vez que participé en una orgía swinger. Sentí que por fin había encontrado mi lugar en el mundo. Me encantó verme rodeado de personas teniendo sexo. Voyerista consumado, encuentra su mayor satisfacción en observar a su mujer tener relaciones con otros hombres y que a su vez su pareja lo observe a él con otras mujeres. Hace no muchas semanas participó en una expo sex como panelista para hablar de su experiencia en el campo.
ESTO ES LO MÍO, EXPRESA CON CONVICCIÓN, ME LO DIJE LA PRIMERA VEZ QUE PARTICIPÉ EN UNA ORGÍA SWINGER
Existen varias reglas que nunca rompe. Lo que le permite realizar sus actividades de manera segura. Una de ellas es que ambas personas, tanto él como su mujer, deben estar de acuerdo al momento de interactuar con otras parejas. Si los prospectos no les dan confianza, cierran filas y rechazan la invitación. No pocas veces su pareja y él se han marchado de moteles a la mera hora por alguna actitud que les resultara sospechosa.
El mutuo acuerdo es el sello de la casa.
Superar los celos fue un proceso doloroso, se sincera. Pero en el momento en que dejó de luchar pudo entender las verdaderas reglas del amor libre. Está consciente de que su chava no le pertenece. Cuestión fundamental para poder swingerear sin ataduras. Al grado de que él por su parte se alquila para darle mantenimiento a casadas mientras los esposos observan. Todo con pleno conocimiento de la otra parte. Una especie de monogamia de la mente. Una lealtad que se ha mantenido sin adulterar por varios años.
Quizá para muchas personas Pedro sea un enfermo. Pero ante la pregunta de por qué su gusto por la swingereada responde: “nunca me sentí conforme con el amor convencional”. Como otras personas con el poliamor, que comparten techo y cama con dos parejas y cuya tendencia incluso ha sido tratada en series de televisión, Pedro obedece a otros impulsos. Muy válidos para muchísima gente que como él tampoco se siente parte de la monogamia clásica. Al fin y al cabo, considera que la infidelidad no ha contaminado su relación. Y que en el momento en que lo haga, podrá reaccionar de la misma manera en la que lo hace una pareja convencional.
El aspecto más controvertido de sus actividades es el que atañe a la familia. Aceptar de manera pública su fascinación por la vida swinger ha erosionado la relación con su madre. Le pregunto a Pedro si le afecta el rechazo de la doña. Afirmativo, responde. Pero sabes, continúa, por primera vez soy feliz. Y toda mi vida he sentido que se me ha negado la felicidad. Y si ese es el precio que tengo que pagar, no puedo condicionar mis actos al qué dirán.
En ese mismo sentido le pregunto sobre su hijo. Si no le preocupa su reacción. Con entereza me responde que no experimenta ningún tipo de culpa. Al contrario, dice que le está otorgando la oportunidad que a él le negaron. Que tendrá a la mano dos modelos para escoger. El tradicional, por parte de su madre. Y el que Pedro le pone con su ejemplo. Si algo es innegable, es que Pedro cumple su rol como padre a la perfección. Convive con su hijo, aporta económicamente y es su chofer particular.
Respecto a la madre de su hijo comenta que no ha tenido problemas con ella por su salida del clóset swinger. No se puede negar que es un afortunado. Otros en su lugar no correrían con la misma suerte. Y serían llevados a juicio para arrebatarles la patria potestad. En estos tiempos en que la moral lo entorpece todo, quizá éste sea su mayor logro.
PEDRO CASI NO BEBE. EL ALCOHOL ENGORDA. Y él, como todos los que se dedican al intercambio de parejas, saben que sacarle jugo al físico es redituable. Esto te permite ser más apetitoso a ojos de las otras parejas. Y lo mismo para su mujer. Es una ventaja que te da el poder de ponerte selectivo a la hora de interactuar con otros swingers. Y la manera de sacar partido de ello es el gimnasio. Además del ejercicio, lo que Pedro se mete para estar mamado (conocido en el mundo de la halterofilia como chocho) no combina con el alcohol.
Y aquí viene lo escabroso de la aventura. Pedro consume altas cantidades de testosterona. Es por ello que ha renunciado al alcohol, para evitar los cambios hormonales. No necesita jamás recurrir a la pastilla azul. Pero está esclavizado a la testosterona. El día que la deje va a tener enormes dificultades para mantener una erección. Él lo sabe, pero por el momento no le preocupa, por el momento a su mente sólo la ocupa el mercado de la carne. Donde se ha convertido en un feliz espécimen premium.


