Cruza el puente japonés y bordea uno de los estanques. Se detiene a oír el agua borbotear de una de las fuentes, mira los peces de color naranja con blanco, regordetes como globos, no sabe si es un efecto del agua o si han comido en exceso. Hojas secas flotan sobre la superficie cristalina. Deja el parque Masayoshi Ōhira y camina hacia la Cineteca Nacional de las Artes. Uno de sus lugares preferidos de la Ciudad de México. A la escritora Fátima Villalta (Nicaragua, 1994) se le puede ver deambulando por las calles de las colonias Roma o Narvarte. Luego de seis años en Guadalajara, disfruta perderse en la ciudad. Busca sin buscar la inspiración para su escritura.
Autora del libro de relatos Breve historia del fracaso (F&G Editores, 2024) y de la novela Danzaré sobre su tumba (2011), fue residente del International Writing Program (IWP) de la Universidad de Iowa en 2022 y Yaddo, New York. Actualmente trabaja como editora de HoraCero, un medio dedicado a cubrir temas sobre Centroamérica. Conversé con ella sobre los procesos creativos, su estancia en México, la herencia literaria, y más.
¿Cuál fue la génesis de Breve historia del fracaso y por qué recurriste al género del cuento y no al de la novela?
Comencé a escribir de atrás hacia adelante, fue cambiando en muchos momentos. Yo vivía en Nicaragua en 2018, trabajaba en un archivo histórico y ahí fue que me topé con los diarios de los marines estadunidenses durante la ocupación en Nicaragua a principios del siglo XX. Así empezó el último cuento que en realidad fue el primero que escribí. Es sobre un marine del norte de Estados Unidos de la costa este que viaja a Nicaragua. Ni siquiera sabe dónde queda en el mapa. Fue un ejercicio porque tenía mucho tiempo de no escribir. Quería retarme escribiendo cuentos.
Eso fue en 2018 y empezó la crisis política en mi país. Estuve involucrada en las protestas, en movimientos estudiantiles, y tuve que exiliarme. Llegó la policía a mi casa y cientos de miles de personas hemos salido de Nicaragua; como el 10% de la población está fuera. Un país pequeño de siete millones de personas.
Para 2019 empecé a escribir cuentos en otra tonalidad. Desde el duelo, muy reciente de haberme ido cuando entendí que no iba a regresar, al menos no pronto. Me habían concedido el refugio en México. Eso fue asumir: “Esto va para largo.”
Tenía cuentos que empezaban a plantearse el futuro. Cuando me dieron la residencia de Iowa en 2022 me llevé esos borradores. Los ordené, empecé a reescribirlos, me di cuenta que había una reflexión sobre la historia del país, de mi propia historia.
Había hecho ya mi tesis de maestría de la Universidad de Guadalajara que era en literatura de posguerra y memoria de Nicaragua y El Salvador. Trabajé una de las novelas de Horacio Castellanos: El arma en el hombre.
Había una reescritura del pasado, un replanteamiento sobre qué significó el conflicto armado. Salvador, Guatemala y Nicaragua tienen historias compartidas en medio de la Guerra Fría. Una piensa que son cosas pasadas, pero no. Estoy sufriendo las consecuencias de esa época.
Mi libro recorre periodos muy amplios, estilos distintos. Sentía que sólo podía hacerlo en cuentos. Los personajes merecían tener sus universos independientes, pese a que estaban dialogando bajo una tesis. Es un libro que se transformó por mis experiencias de vida.
¿Cómo te ayudó estar en el IWP?
Era mi primera vez en una residencia. Me la tomé muy en serio, me dediqué a trabajar. Tenía un compañero sirio que estaba exiliado, vivía en Alemania, no había podido regresar a Siria. Comencé a seguir esas líneas políticas. El libro pregunta: ¿qué hacen las pequeñas personas, esas pequeñas vidas?, ¿cómo sobreviven cuando todo parece caerse alrededor? Ese diálogo de vidas tan distantes me ayudó a encontrar el tono. Traduje, con la colaboración de dos traductores, uno de los cuentos que es bastante bolañesco. Un cuento coral que se llama “Otra película para gente triste”. Lo leímos a varias voces, fue hermoso porque a la gente le gustó. Era ver cómo se percibía porque nunca sabes cómo va a ser leído.
¿Cuál es la visión de HoraCero en 2025?
Comenzamos en el exilio, parte del equipo estaba en Nicaragua, algunos se habían exiliado en Costa Rica, otros en México.
Surgimos para generar contenido, debates, entrevistas sobre el tema de Nicaragua. Pero el exilio te reconfigura, la migración te reconfigura, y nos dimos cuenta, desde antes que Bukele llegara al poder en 2019, que venía algo serio.
Empezamos a dar el giro y ahora trabajamos cosas centroamericanas. Hay gente de cada país. Ha sido lindo y triste. Llega un momento en el que es importante salir de la idea de que sólo vos estás jodido o que a vos te han pasado sólo las peores cosas. Seguimos haciendo cosas políticas vinculadas con seguir alzando las voces de activistas.
¿Cómo se comunica tu escritura periodística con tu escritura de ficción?
No es algo que quiera hacer siempre. En ese libro sentía la necesidad de hacerlo. Fue largo y me costó mucho; es ambicioso en ese sentido, pero era mi primer libro de cuentos. Me sentí como una novelista que escribe cuentos. Eran tan largos que terminé editándolos una y otra vez. Fue una forma de homenaje, de sanar una herida, de pensar en mi propio dolor. Era necesario.
¿De qué forma te ha marcado vivir en México?
Vengo de un país donde las lógicas del mercado editorial son muy distintas. Me ha enseñado a hablar con colegas, a ver cómo funcionan las cosas.
Me ha hecho apreciar mi propia herencia. En Nicaragua lo más importante en el mundo literario es la poesía. Gané el premio del Centro Nicaragüense de Escritores en novela y la gente me preguntaba si tenía poemas. Toda mi vida leí poesía, estaba rodeada de poetas. Cuando vine a México sentía que había una separación muy grande entre los dos gremios.
Nunca he querido sonar como mexicana. Hay gente de Centroamérica que tiene que cambiar su acento por los trabajos que desempeña. Es incómodo que te pregunten de dónde sos. En cambio, si alguien me lo pregunta es en un contexto seguro.
Eso me ha hecho sentir la necesidad de que las voces de mis personajes sean más notorias. Pese a que las cosas están narradas, sin diálogos, el voseo es importante. Esas cosas surgen del contraste y la contradicción. Si yo no estuviera viviendo en México, no sentiría esa necesidad de vosear y de reivindicar mi propia herencia poética.
¿En qué trabajas ahora?
He estado haciendo guion de cine. Más al suave. Quería entrarle a ese mundo por curiosidad. Es lindo volver a hacer cosas sólo porque te gustan. No quiero perder eso.


