La serie que siguiendo los principios implicados por el dojo en su nombre “golpeó primero y fuerte”, mediante una mezcla de nostalgia ochentera con un drama juvenil deportivo contemporáneo, y que se enfocó en el lado antagonista del concepto Karate Kid para otorgarle una conveniente evolución y complejidad a los viejos personajes, ha sido una de las mejores. Elementos como la música retro, una mayor estilización en las escenas de acción y toques calculados de humor, le puso incluso por encima de la emblemática, pero formulaica, saga fílmica ya mencionada; está de regreso y recuperando su mejor forma para el gran cierre.
Y es que después de las subsecuentes temporadas en las que, aunque no perdió popularidad, sí se extravió entre el ir y venir de amoríos adolescentes y sus cambios de bando, e incluso cayó en el abuso de los lugares comunes en las elucubraciones preparadas por los villanos, ahora recuerda cómo funcionaba en un principio y deja de lado dichos recursos cansinos para concentrarse en las historias de fondo.
Así entonces, abriendo y cerrando heridas según sea el caso, retoma asuntos del pasado que parecían haberse olvidado pese a haber sido el principal motor de la propuesta. Tal es el caso de la relación de Johnny Lawrence con su otrora, sensei John Kreese, rota la noche de su derrota en el All Valley Under-18, y que ahora después de más de dos décadas tiene su definición de manera breve pero inesperadamente dramática.

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Lo mismo pasa con el estira y afloja de su vínculo con Daniel LaRusso, y la necesaria reinterpretación que este último debe asumir con respecto a los principios enseñados por el Señor Miyagi, dando pie a un peculiar y evocador regalo para los viejos fans que va más allá del mero fanservice, pues es parte de los detonadores de la trama.
Todo para que las diferentes líneas argumentales se entrelacen y encuentren la plenitud del conflicto estallando con emocionantes combates dentro del tatami, hasta reivindicar al dojo Cobra Kai como el gran protagonista y permitirle la posibilidad de obtener la redención a quien lo trajera de regreso.
En la batalla final resaltan las diferencias de edad entre los peleadores y el tiempo que tienen dentro de la ficción para prepararse, que raya en el absurdo. Pero, es gracias a la ejecución de los arquetipos, guiada por un enorme sentido de entretenimiento dentro de un torneo, cuyas reglas se han ajustado una y otra vez a conveniencia del trayecto de los episodios y amén del cariño generado por el desarrollo de los personajes, que la serie alcanza una conclusión digna y acorde al lugar que, con todo y sus inconsistencias, supo ganarse el gusto de los viejos seguidores de la saga original y el de las nuevas generaciones.
La temporada final ya está disponible en la plataforma de Netflix.

