La obsesión creativa que el director mexicano Guillermo del Toro ha mantenido durante muchos años hacia el relato de Frankenstein es directamente proporcional a la de su protagonista, y por fin consigue inundar con ella la pantalla grande a través de esta interpretación con la que apuesta por el drama con énfasis en los dilemas de trascender la muerte física y las implicaciones religiosas, haciendo de la ciencia ficción primigenia donde chocan la carne de los cadáveres, circuitos y engranes.
Un proceso de comunión tan natural y estilizado que resulta de una mórbida belleza, cuya cumbre es el diseño de una criatura espigada, pálida y poderosa, pero, al mismo tiempo, de semblante dramático y teatral, claramente inspirada en la novela gráfica Frankenstein ¡Está vivo!, obra póstuma del artista Bernie Wrightson -publicada por Editorial Planeta-, la cual en trama y estética sería la continuación no oficial a esta película.
Destaca lo minucioso y sólido de la vinculación del desarrollo de los protagonista s encaminados a la tragedia, con los elementos visuales estilo gótico definidos por las torres apuntando al cielo y en la búsqueda de la luz, además se los parajes nevados o sucios donde resaltan ciertos colores y de vestuarios en específico para convertirse en alegorías, alejándose así del terror para concentrarse en los conflictos padre e hijo, mismos que tras establecerse con amargura serán el detonador de los afanes científicos desbordados que habrán de torcer el lado humano de quien se revela como el verdadero monstruo.

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Las perspectivas del doctor Víctor Frankenstein y la de su creación sobre las cuales se estructura la narrativa, se complementan atendiendo a la descomposición de las emociones que, debido a su arrogancia, ambición y cobardía a la hora de asumir las consecuencias que dejan sus actos, el primero provoca en el otro, quien ya de por si está condenado a la tortuosa
melancolía existencial.
Por otro lado, si algo le resta consistencia al resultado general, es lo corto que se queda en algunos de los personajes secundarios, su versión del Doctor Pretourius, cuyos apuntes temáticos lucen un tanto impostados y en realidad poco aportan más allá de servir para justificar los recursos de los experimentos en cuestión, aunado al nivel de brutalidad en la aparición inicial de este ser armado con retazos humanos, y los estragos que deja en la tripulación de un barco atrapado en el hielo, por lo cual es un tanto inverosímil que luego le permitan contar su historia como si fuera simplemente una tarde de café.
Es por ello que este nuevo Frankenstein estrenado en México durante el Festival Internacional del Cine de Morelia, no logra posicionarse como una de las mejores películas del célebre responsable de maravillas como El Laberinto del Fauno (2006) y La Forma del Agua (2017), pero sí como una de las más apasionadas y deslumbrantes adaptaciones de la novela original de la también ensayista británica Mary Shelley. Un par de semanas antes de llegar a la plataforma de Netflix, se estrenará en cines seleccionados.

Frankenstein
Dirección: Guillermo del Toro
Cuándo: a partir de hoy en cines seleccionados y desde el 7 de noviembre en Netflix
Duración: 159 minutos

