A todos nos queda claro que no había mucho que superar de aquella estereotípica, pero entretenida, Anaconda de 1997, la cual, pese a todo, luego de su paso por la cartelera se convirtió en un título referente de la ya extinta época del videohome. Sin embargo, en esta nueva entrega de Anaconda (2025) no sólo lo consiguen, sino que además lo hacen de manera muy divertida y hasta con algo de ingenio dado el material con el que contaban.
De entrada, si en aquella de 1997 los protagonistas eran un grupo de documentalistas en búsqueda de retratar nativos del Amazonas, ahora, en esta entrega de Anaconda, se trata de un puñado de amigos que, desde niños, deseaban llegar a la cumbre de Hollywood, pero se quedaron sumergidos en la mediocridad. Todo cambia cuando se les presenta la oportunidad de perpetrar una nueva versión de la película, sin saber que eso los llevará a estar frente a frente con la peligrosa serpiente del título.
Lo que podría haber sido un simple remake, o peor aún, la mera continuación de una saga que, de por sí ya tuvo una insufrible segunda parte, conjuga con descaro lo mejor de ambos conceptos a través de la autoparodia dentro de un doble ejercicio de cine dentro del cine, para que en la candidez de una trama sobre retomar lo que era un sueño adolescente, salpicada de la nostalgia por las producciones de mero entretenimiento, surjan los momentos de entrañable simpatía que hacen funcionar el contraste entre el estilo de comedia un tanto más moderado de Paul Rudd —Ghostbusters: El legado (2021), Ant-Man and The Wasp—, y la estridencia acostumbrada por el buen Jack Black —Una película de Minecraft (2025)—. Este último por cierto, pareciera hacer un pequeño y conveniente guiño a Originalmente Pirata (2008), la extravagante y dulce declaración de amor a la pantalla grande en la que se puso bajo las órdenes de Michel Gondry —Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004)—.
Por supuesto, los clichés y lugares comunes están a la orden del día, pero la desfachatez de la ejecución hace funcional la fórmula, dándole además todo el sentido a las apariciones especiales de los actores de la obra original, mientras la cuota de efectos digitales cumple al materializar a la voraz criatura en tensos acechos, llamativos ataques y disparatadas persecuciones. La nueva Anaconda del director Tom Gormican —El peso del talento (2022)— es tan consciente de lo mala que podría ser, que prefiere asumirlo y le saca el provecho suficiente para que valga pena ponerse de nuevo frente a sus fauces. Ya se puede ver en la cartelera mexicana.


