Luego de una jornada electoral que causó expectativa y tensión, el Consejo Nacional Electoral (CNE), dio a conocer que Daniel Noboa se impuso con el 55,8% de los votos, frente al 44,1% de Luisa González, una diferencia de más de un millón de sufragios, con el 92% de las actas escrutadas.
La victoria asegura un mandato de cuatro años (2025-2029) a Noboa, que se ha comprometido a continuar la lucha contra las bandas de narcotraficantes y a impulsar una economía en dificultades.
El árbitro electoral ecuatoriano declaró ayer al mandatario vencedor de las elecciones presidenciales del país, pero su rival, la izquierdista Luisa González, desconoció los resultados, a los que calificó como un “grotesco fraude”.

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Desde su casa en Olón, al noroeste de Guayaquil, el presidente siguió el conteo mientras sus simpatizantes inundaban las calles de Quito con banderas, bocinas y estruendos, festejando los datos preliminares que lo daban por vencedor. Frente al CNE, un número creciente de ciudadanos se congregó para celebrar, mientras que el ambiente en la sede de campaña de González se tornó sombrío. La multitud que se había preparado para una posible victoria empezó a retirarse en silencio.
Noboa, de 37 años, llegó al poder en 2023 con un discurso enfocado en la seguridad y la lucha frontal contra las bandas criminales. El sábado pasado, en vísperas de los comicios, decretó el estado de excepción en siete provincias y en la capital como un mensaje de firmeza frente al crimen organizado, aunque su estrategia no ha arrojado los resultados esperados hasta ahora.
La campaña estuvo marcada por un empate técnico en las encuestas, con el voto indígena como factor clave para romper el equilibrio. González, por su parte, hizo un llamado a que las Fuerzas Armadas y la Policía no interfieran en el proceso de conteo, en una señal de desconfianza hacia las instituciones en medio del proceso.
Las reacciones internacionales no tardaron. El presidente colombiano Iván Duque felicitó a Noboa a través de redes sociales, y calificó los resultados como un “contundente triunfo” y celebró la derrota del “socialismo del siglo XXI y el correísmo”, en alusión al proyecto político heredado del expresidente Rafael Correa.
Noboa redefine el mapa político ecuatoriano
hace UN año, su nombre apenas figuraba entre los contendientes fuertes para gobernar Ecuador. Hoy, Daniel Noboa Azin, de 37 años, extenderá su estadía en el Palacio de Carondelet tras haber llegado al poder con una propuesta disruptiva y una carrera política casi inexistente.
Educado en universidades de élite en Estados Unidos, Nueva York, Northwestern, Harvard y George Washington, Noboa había tenido una única incursión formal en la política como legislador, antes de convertirse en presidente en octubre de 2023, cuando venció en segunda vuelta a la candidata correísta Luisa González, tras la disolución de la Asamblea Nacional impulsada por el entonces mandatario Guillermo Lasso.
Heredero del imperio bananero más poderoso del país, Daniel Noboa forjó sus primeros pasos en el mundo empresarial bajo el ala de su padre, el magnate Álvaro Noboa, quien fue cinco veces aspirante fallido a la presidencia. Fundó su propia empresa de entretenimiento a los 18 años, pero fue en la Corporación Noboa donde adquirió notoriedad como director naviero.

Ahora, el presidente reelecto tiene un nuevo mandato de cuatro años con el respaldo del Movimiento Acción Democrática Nacional (ADN), en medio de críticas legales por no haberse separado del cargo durante la campaña.
La Corte Constitucional falló a su favor. No obstante, el tema ha desatado polémica entre expertos y opositores, quienes cuestionan tanto el marco legal como las formas de su administración. A esta controversia se suman las tensiones con su vicepresidenta, Verónica Abad, a quien ha marginado del poder y enviado al extranjero en funciones diplomáticas. En paralelo, una crisis diplomática con México estalló tras el operativo policial dentro de la embajada en Quito para capturar al exvicepresidente Jorge Glas, refugiado en esa sede.
Durante su gestión, Noboa declaró el estado de conflicto armado interno frente al auge de la violencia del crimen organizado, prometió reformar el sistema energético y aumentar la inversión pública para frenar los apagones y la inseguridad. Su narrativa gira en torno a “El Nuevo Ecuador”, una consigna con la que intenta distanciarse de lo que llama “la vieja política”, y que apunta a consolidar su figura como un reformista pragmático y moderno.
