CARTAS POLÍTICAS

Farol de la calle

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: Imagen: La Razón de México

Claudia Sheinbaum se ha convertido en una referencia política de prudencia, inteligencia y democracia a nivel mundial.

La dirigente mexicana ha sido reconocida por medios y figuras internacionales por enfrentarse con sensatez y valentía a las políticas comerciales de Donald Trump. En un mundo en donde la política se está jugando con bravuconería, amenazas y fuerza, expertos resaltan la figura conciliadora, fría y apaciguadora de Sheinbaum.

Mientras tanto, en México, muchos expertos, académicos y opinólogos, así como líderes de la oposición siguen viendo en la ultramayoría cuatroteísta, en la reforma al Poder Judicial y en la reabsorción de los órganos constitucionales autónomos, una señal inequívoca de que el país está más cerca de los gobiernos autocráticos del PRI de los 70 y 80 que de los gobiernos democráticos del post-2000.

No obstante, el gobierno de Sheinbaum goza de gran popularidad. Más del 80% de las y los mexicanos mayores de 18 años evalúan positivamente su gestión al frente del Gobierno mexicano. Parece que para la mayoría de la población las advertencias sobre la pérdida de frenos y contrapesos no importan tanto como la defensa de la dignidad del pueblo mexicano frente a Estados Unidos.

Sheinbaum se ha visto beneficiada de las presiones de Trump. Mientras que en las negociaciones con su homólogo es evidente el rol colaborativo del Gobierno mexicano y la voluntad por alcanzar acuerdos entendiendo el alto nivel de dependencia de la economía mexicana con la estadounidense, en el público el Gobierno mexicano se ha envuelto en la bandera y no ha hecho más que destacar que ha esquivado las balas, que ha obtenido tratos diferenciados, que Trump reconoce el esfuerzo, que a México se le respeta.

El 80%-85% es la suma del capital popular que se trasladó del gobierno de López Obrador al de Sheinbaum –el cual incluye el respaldo a los programas sociales, la simpatía por el estilo de gobernar, la diferenciación con los gobernantes del PRI y del PAN, la esperanza de cambio– más el sentimiento antiestadounidense tan propio del nacionalismo mexicano que Sheinbaum ha sabido capitalizar.

En este sentido, no es que la popularidad internacional de Claudia Sheinbaum sea un ejemplo de “farol de la calle, obscuridad de su casa”. Su gobierno brilla tanto fuera como dentro de México. No obstante, es interesante que Sheinbaum sea vista como una de las grandes promotoras y defensoras de la democracia a nivel internacional, cuando la realidad es que el entorno en el que toma decisiones se aleja del canon de la división de poderes y frenos y contrapesos.

La 4T no es precisamente una grande defensora de la democracia liberal, aunque tampoco es promotora del comunismo, ni abolicionista de la propiedad privada.

La 4T está llena de buenas intenciones, que en su operación ha provocado una ola de críticas nacionales e internacionales por la vulneración de mecanismos de defensa de particulares y que ha sido catalogado incluso como antidemocrático. Aun con la gravedad, polémica y hondura de las reformas populares del Gobierno del humanismo mexicano, el principal problema del país no es la erosión democrática o el debilitamiento institucional, es la inseguridad y la violencia. Esto último, me parece, es un problema cuya responsabilidad es más fácil de diluir temporalmente entre las administraciones pasadas y la presente, que la erosión democrática.

A los ojos del orden internacional, México ha sido y es una democracia imperfecta e iliberal, lo que en realidad llama la atención de México es que es un país con una profunda crisis delincuencial y de violencia. Antes de una autocracia o democracia imperfecta, México es un país inseguro. Bajo esa percepción de larga data y los recientes eventos diplomáticos globales, Sheinbaum aparece como una madonna de la democracia, una paladina de la coherencia, una emperatriz de la diplomacia en un país sumergido en violencia y desmantelamiento institucional. En un mundo caracterizado por el impulso, el fuego y la reacción, la frialdad de Sheinbaum ha ganado corazones.