Dicen por ahí que “uno nunca sabe para quién trabaja”, y nunca más cierto que en la coyuntura actual que mantiene enfrentado al Gobierno con la disidencia del sindicato magisterial, agrupado principalmente en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Tanto para la administración actual como para la pasada, la alianza establecida con el magisterio fue crucial para llegar y mantener el poder, como una valiosísima fuente de votos en las dos últimas elecciones presidenciales, a cambio —claro está— de diversos compromisos políticos y múltiples promesas de campaña. Sin embargo, no hay plazo que no se cumpla y ese poderoso pacto comienza a pasarle una factura a la actual Presidenta.
Y es que, aunque la política de nuestro país suele funcionar basada en que “prometer no empobrece” como una de sus principales máximas, es importante saber con quién y hasta dónde estirar la liga. Es por ello por lo que en días recientes han circulado viejos fragmentos de la campaña presidencial de Claudia Sheinbaum, donde explícitamente “promete echar abajo la ley del ISSSTE de 2007”, que modificó el esquema de pensiones para los trabajadores del Estado, entre ellos, los pertenecientes al magisterio.

Cónclave para el regalo de Alito
Es en este sentido, que las demandas de la CNTE en esta ocasión han puesto especial énfasis en volver al antiguo sistema de pensiones —previo, incluso, al de la reforma de 1997— que establecía una menor edad de retiro y que —en palabras suyas— les permitía recibir pensiones “completas” —derivado de un sistema pensionario colaborativo—, en contraste con el actual esquema de cuentas individuales —a cargo de las Afores—.
Pero echar para atrás una medida como ésa no es poca cosa, pues tendría repercusiones para miles de trabajadores —muchos más que exclusivamente el magisterio— e implicaría regresar a un esquema sostenido por el Estado, lo que le resulta materialmente incosteable. Y si bien estas tácticas de presión suelen ser relativamente cíclicas como forma de negociación para obtener las mayores prebendas posibles, en esta ocasión parece que la CNTE va en serio, pues simplemente ni el Gobierno pasado ni lo que va del actual les cumplieron lo prometido.
Por lo pronto, el conflicto ha adquirido dimensiones no vistas en décadas y en el cortísimo plazo amenaza con repercutir, incluso, en el desarrollo de la ya de por sí vapuleada elección judicial del próximo fin de semana —a pesar de los trascendidos de que los plantones en el Zócalo han sido un espacio propicio para distribuir “acordeones” para votar más adecuadamente, por decirlo de una manera—.
Mientras tanto, entre la estira y afloja de la disidencia magisterial y el Gobierno, la capital del país ha tenido que sobrellevar el caos ocasionado por plantones, movilizaciones y múltiples bloqueos —aunado a las lluvias estacionales y diversos percances viales de gran magnitud— que en los últimos días a más de un capitalino le han hecho cuestionarse sobre la necesidad de vivir en la Gran Tenochtitlán.
Así la estabilidad política sostenida con alfileres de nuestro bello país.

