La mentira desde el autoritarismo táctico. Una vocera de Donald Trump arroja la falsedad según la cual la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, alienta la disputa callejera en Los Ángeles. El presidente estadounidense agrega a eso la venenosa sugerencia sintetizada en la idea “yo no solamente condeno sino evito la violencia”.
Mientras Trump y su secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, avivan el fuego con una narrativa culpabilizadora, Sheinbaum impone diplomacia estratégica con reacción tan mesuradamente cauta como rápida.
“Condenamos la violencia, venga de donde venga”, sostuvo la mandataria ante manifestaciones, incendios menores y enfrentamientos con la policía, respecto de los cuales identificó su motivación eventual: “parecen más un acto de provocación que de resistencia”. Sobre la naturaleza y motivación de las reacciones contra las pretensiones de Trump, mejor saben las razones quienes las promueven como mejor sabe la Presidenta la manera de aludir a los mismos.

Coscorrón a desbocados de Morena
La virulencia estadounidense en voz de Noem debió ser instruida por el rey del bullying internacional. La respuesta presidencial mexicana es un eslabón en una cadena estratégica de contención sin cerrar nunca la probabilidad del diálogo y del respeto frente al adversario masivamente hegemónico.
Como parte de la básica plataforma de solidaridad política del obradorismo, donde las dos figuras fundamentales son más obvias que las provocaciones de Trump, la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, ataja con la precisión de la narrativa presidencial. Reivindica cultura de paz y seguridad, controversial cierto, ante quienes reclaman la falta de manotazos en la mesa contra la CNTE y otras manifestaciones y bloqueos, muchos de ellos minúsculos. Indispensable como diferenciador de la izquierda gobernante es la actitud ante disrupciones en contraste con el trumpismo.
A la conveniencia de Trump de propagar el fuego para luego entrar como bombero autoritario, le corresponde esta serenidad estratégica de resistencia y coordinación política diplomática.
Desde el caos urbano el mandatario relanza su peligrosa campaña: el fin de las ciudades santuario para proteger a los migrantes indocumentados. California, Nueva York, Colorado, Washington, entre otras, han adoptado esta agredida política como forma de preservar la cohesión social y proteger los derechos humanos.
El 48 por ciento de la población de Los Ángeles es latina, el músculo de la construcción, limpieza, restaurantes, servicios. Su presencia es un pilar. Pintarla como un espacio fuera de control contribuye a la operación desprestigio en un proceso político cuidadosamente manipulado.
Sheinbaum y Brugada establecen un frente diplomático y firme, donde lo difícil no es contener el caos, sino quitar el micrófono a quien lo usa para administrar su santuario de caos. Y en unos días viene el encuentro en la reunión del G7.
