ANTROPOCENO

¿Eres topo o chaneque?

Bernardo Bolaños. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Bernardo Bolaños. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

Desde el 2018, se popularizó en las redes sociales la clasificación tripartita entre chairos, derechairos y Corea del centro. Esta última, igual que en Asia, no existiría realmente, es como la Tierra Media, como un unicornio o un chaneque, algo imaginario. De modo que, supuestamente, los centristas en México serían en realidad oficialistas u opositores encubiertos, porque Corea del centro y los chaneques no existen.

Siete años después, varios amigos intelectuales mantienen la misma clasificación, pero ahora a partir de un artículo de Armando Chaguaceda en Este país, titulado “Academia y autocratización”. El autor concluye que, en México, habrá progresivamente de dos sopas: o promotores y conversos que se alineen con el nuevo régimen, o nostálgicos y reformistas que estén en contra. Los “ambiguos” son como animales en proceso de extinción.

Yo propongo otra clasificación. La miopía causada por el análisis exclusivamente político, estrictamente policiaco o meramente financiero, etc., genera ceguera de taller. Produce personas topo. Muchos politólogos, opositores y exiliados ven a México ya a punto de convertirse en una dictadura, a la Cuba o Nicaragua. Junto a su perspectiva está la otra, también corta de vista, que ve por todas partes la victoria de la soberanía popular: cuando consiguen un hueso es por el pueblo triunfante, cuando la gente vota como sugiere el acordeón impreso es por la sabiduría del pueblo, etc. Son topos de otro color.

Los topos sólo distinguen cosas consumadas (como la nueva Suprema Corte oficialista) o cercanas (la chamba que al fin les hizo justicia). Eluden hablar de los procesos que están detrás, de la película completa en la cual también actúa la oposición (aunque en el papel de mosca muerta) o sus contactos personales (el tío 4T que le consiguió la chamba al topo oficialista y que se ufana de que se la negaran a los que llama “fachos”, como si él fuera el mismísimo Che Guevara).

Son topos porque están muy imbuidos de una sola perspectiva, son unidimensionales diría Herbert Marcuse, unos por su defensa de manual de las instituciones de la transición democrática y de las élites whitexicans, otros por su conformismo con respecto al nuevo partido hegemónico. A los topos les falta pensamiento crítico. Hablan todo el tiempo de lo que les concierne personalmente (que pagan más impuestos o que ya son funcionarios influyentes; que ya no se podrán amparar para que les invaliden leyes “populistas” o que ya podrán acudir con un juez carnal, un camarada). Esos topos ni saben, pasan de largo, cuando se trata de noticias más lejanas y panorámicas, como la titánica restauración y saneamiento del río Lerma-Santiago que ha emprendido Sheinbaum. “Ah, ¿sí? Pues ni sabía, ni me importa. ¡Ya no somos una democracia!”. O, del otro lado, el burdo reparto de las plazas entre cuates. “De ahí vivieron ellos durante años. Ahora nos toca a nosotros.”

Los topos me clasificarán de ambiguo, de coreano del centro, más contradictorio que un ornitorrinco y más ilusorio que un unicornio o un chaneque. Yo tengo otros datos: necesitan lentes, requieren ver más allá de su disciplina y de su circunstancia personal.

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