Mi hermano Emilio no podía pagar cigarrillos finos y fumaba unos chinos que lo mataron. Nadie me lo platica. Dice un estudio de El Colegio de México que tres de cada diez cigarros son vendidos por el crimen organizado y no pagan impuestos. El volumen del comercio ilegal de tabaco aumentó 240% entre 2017 y 2023.
Pero a los que usan estos datos para criticar al Gobierno federal, que busca aumentar impuestos a cigarros, refrescos, alcohol, videojuegos violentos y casinos, mi hermano los enfrentaría con una defensa apasionada de la 4T. Era obradorista de hueso colorado.
Parece que lo oigo: “¡Hipócritas! Si les importara tanto la gente ¿por qué nos hambrearon durante décadas? Páguenos bien y ya no compraremos cigarros en el mercado negro. ¿Si les preocupan las muertes, por qué rechazaron el etiquetado de alimentos y no reconocen la labor del Dr. López-Gatell, al que le endilgan los fallecimientos que causan tanta obesidad y diabetes?”.
Escuché a una periodista decir que mucha gente humilde no tiene agua potable y por eso bebe refrescos. Pero mi hermano respondería en los chats de WhatsApp: “Falso, también se vende agua potable en las tienditas”. Dice otra que los cigarrillos son un ejemplo de bien inelástico que no dejará de comprarse por el aumento del precio. Emilio le sacaría a relucir el tuit de algún médico zurdo, con las cifras internacionales del éxito de los impuestos al tabaco.
Muchas veces pensé que mi hermano se equivocaba. Por ejemplo, caía en algunas teorías de la conspiración sobre la pandemia de Covid. Es que la vida lo había hecho receloso de los grandes mercaderes y de los opinadores a su servicio. Esos que dicen defender la libertad individual, que te piden que hagas con tu vida un papalote y lo eches a volar… para venderte la cometa y el hilo de cáñamo. Como Milei, te envenenan diciendo que no debes pagar impuestos para mantener parásitos, y no te das cuenta de que tus tíos abuelos y tus padres están entre los supuestos aprovechados. Y tú lo estarás también en algunos años.
Prueba de la mala fe es el oportunismo de los argumentos. Cuando los panistas, durante el sexenio de Vicente Fox, aprobaron la Ley Federal de Juegos con Apuestas y Sorteos aducían la ventaja de la recaudación. Decían que la regulación del juego no debía tratarse desde la moral, sino desde la economía: como un medio para recaudar impuestos. Al cabo de dos décadas, el crimen organizado se ha fortalecido y se han lavado millones de pesos a través de casinos.
Con esos ejemplos, ya te puedes imaginar, lector, lo que también dicen los críticos de siempre sobre aumentar impuestos a videojuegos violentos. Que no funcionará. Que distorsionará la sacrosanta competencia. “¡Pretextos! —diría mi hermano Emilio—. Cualquiera que tenga un hijo o sobrino adolescente sabe que, como casi todos los mexicanos, los jóvenes tienen que hacer cuentas antes de elegir comprar un videojuego.” Tal vez esta medida les haga descubrir entretenimientos más edificantes, con paisajes interesantes, contenido cultural y valores.

