El cierre del 2025 nos deja ante un panorama humano preocupante. Las principales potencias han entrado en lo que podría denominarse una carrera armamentista en la que los presupuestos de defensa se multiplican, el servicio militar obligatorio reaparece y los discursos políticos se radicalizan.
El autoritarismo y el populismo ganan adeptos mientras que las propuestas comunitarias y multilaterales se ven cada vez más como utopías de nuestro tiempo. La guerra empieza a ser el subtexto de cada decisión en las grandes economías mientras que en el sur global la precariedad y la incertidumbre recorren las calles.
Hace poco los grandes temas giraban en torno a la migración, el fin de la pobreza, la salud y el cambio climático. Hoy no hay tiempo, ni dinero, para esas monerías cuando el proteccionismo económico y el ejercicio militar han tomado el mando. El bienestar, la integración, la inclusión y el cuidado de la casa común han quedado relegados como temas secundarios que parecen memorias llegadas desde otra realidad. ¿Son estas realidades secundarias?

Acapulcazo de Claudia
Las políticas de bienestar, de inclusión o del cuidado no son sueños utópicos desconectados de la realidad económica y política como quieren hacer creer aquellos cuyos intereses están en el poder y la confrontación. Son factores que impactan directamente en la calidad de vida de las personas, por lo que tienen un calado humanitario innegable que debería ser prioritario en la toma de decisiones en cualquier escenario. Si nuestros sistemas políticos y económicos no trabajan para que vivamos mejor, ¿cuál es su sentido?
Sin embargo, realidades como el cuidado son tenidas a menos por parecer desconectadas del mundo económico. Esto no sólo es un error desde el punto de vista humanitario, sino que es una falacia económica. En Latinoamérica, por ejemplo, la precariedad de las redes de cuidado implica una pérdida económica considerable que pone un freno al desarrollo humano (y económico) de la región. En México, por ejemplo, la carencia de una estructura pública y bien coordinada con la sociedad civil de redes de cuidado provocan pérdidas económicas considerables. Considerando sólo el 45% de las mujeres ingresan a la fuerza de trabajo formal y que en el 75% de los hogares mexicanos las labores de cuidado están realizadas por mujeres no remuneradas, se estima una pérdida del 25% del PIB.
Cuidar es el signo distintivo de la humanidad. Sin embargo, hoy parece que es una actividad de la que no nos podemos permitir el lujo ante las emergencias económicas y políticas imperantes. Esto es falso. Cuidar no sólo reactiva la economía, sino que humaniza la realidad en la que vivimos. Cuidar no es un lujo, es una necesidad humana y la base misma de nuestra civilización.

