No es del todo claro el estado de asedio urbano al que esta película de futurismo casi inmediato plantea que está sometido el conglomerado habitacional en el que la familia en cuestión resiste ante la precariedad de agua, luz y abastecimientos, teniendo además que lidiar con unos vecinos recién llegados a quienes el gobierno ha “beneficiado” asignándoles el cuidado de un hipopótamo, como parte de un programa gubernamental para repoblar los zoológicos mientras los ciudadanos sufren por falta de servicios básicos.
Algo que se evidencia aún más debido a la ligereza con la que en cierto momento un par de visitantes acceden al lugar sin ningún problema. Sin embargo, el gran mérito de Zafari está en la agudeza intimista con la que la directora Mariana Rondón —Pelo malo (2013)—, a diferencia de lo que sucede con las usuales películas distópicas siempre propensas a ir sobre el punto donde los universos ya están devastados, de manera genuina y hábil se enfoca en lo gradual de la decadencia social que empieza con la normalización de los síntomas.
El leve sopor que se materializa con las tonalidades cálidas delineadas por los reflejos de luz que se cuelan entre pasillos desolados y departamentos abandonados a la carrera, los cuales son saqueados con disimulo por la esposa y madre protagonista, es un inquietante anuncio de la eventual descomposición no solo de los alimentos, sino de la dignidad y la moral de los personajes que de a poco empiezan a dejar que su lado primitivo comience a manifestarse y a impulsar sus acciones, sustituyendo con el sentido tribal a la empatía como base de la convivencia.

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Y aunque algunas líneas temáticas pueden quedarse en apuntes, dígase los que se refieren a la relación con algunos animales, estos nunca dejan de ser interesantes y de impulsar la trama, amén de que otros sí se desarrollan con total conocimiento de causa y orgánica naturalidad, como en lo que se refiere a los prejuicios, la sexualidad asfixiada, la pérdida del contacto humano, y la sororidad que se manifiesta tornándose amarga y cínica en estos escenarios de desesperación.
Zafari, producción de Venezuela que cuenta con la colaboración de Perú, México, Francia, Brasil, Chile y Rep. Dominicana, tiene pequeñas inconsistencias, pero en general es más que funcional y se pone por encima del promedio logrado una premonitoria visión crítica de un destino de decadencia que nos resulta tan familiar como perturbador, muy en la línea de inteligentes y poco convencionales películas latinoamericanas como Bacurau (2019) y Tiempos Futuros (2021). Forma parte de la selección de la edición 77 de la Muestra internacional de cine de la Cineteca.
cehr

