Ya en cines

Autos, mota y rocanrol, de esas comedias que sí necesita el cine mexicano

La película de José Manuel Cravioto recrea al emblemático concierto conocido como el Woodstock mexicano, el legendaria Avándaro

Autos, mota y rocanrol
Autos, mota y rocanrol Foto: Especial

En esta recreación de cómo fue que un evento inicialmente pensado para reavivar las carreras de autos en el centro del país, pasó del desastre a convertirse en un emblemático concierto considerado como el Woodstock mexicano, por supuesto que destaca el enfocado desparpajo que el director luce al conjugar los formatos de la ficción filmada en 16 mm y Súper 8, con el material de archivo original de 1971 proporcionado por la Filmoteca de la UNAM, para entregar así una comedia tipo falso documental donde dicha frontera es apenas perceptible y así como da testimonio de los hechos reales suscitados en el legendario Avándaro, aprovecha las situaciones para dimensionar a los personajes que se vuelven representativos de la época, permitiéndose burlarse de sí misma.

Sin embrago, Autos, Mota y Rocanrol tiene también el acierto de encontrar identidad al no ceñirse a las convenciones estilísticas de las fórmulas Hollywodenses tan imitadas por nuestra cinematografía, gracias a un guion que con total conocimiento de causa retoma la idiosincrasia nacional, al diseño de arte que apuesta por la mustia intencionalidad con pinceladas satíricas, y la ligereza del ritmo alimentado por un espíritu lúdico rocanrolero que alcanzará el frenesí, el cual los actores Alejandro Speitzer -Juegos de seducción (2025)- y Emiliano Zurita -El baile de los 41 (2020)- saben convertirle en su gran aliado para ir y venir entre la verosimilitud de los personajes y el estereotipo, sin caer en la caricatura.

De tal modo aunque quizás queda a deber un poco en lo que se refiere a la crítica institucional que raya en lo anecdótico, por otro lado da fe de la trascendencia de los hechos y lo irónico de que un proyecto impulsado por dos jóvenes privilegiados, uno en la búsqueda de hacer negocio y otro que quería dar rienda suelta a su pasión por los autos, se convirtiera en el espacio involuntario para la manifestación del ímpetu contracultural irrefrenable que marcó una generación.

Autos, Mota y Rocanrol funciona a la perfección al hacer valer como materia prima ideal para un cine con identidad y trasfondo histórico los pasajes que alimentan la cultura popular, lo cual se refuerza con la información complementaria incluida en los créditos, amén de la breve pero reivindicativa aparición de uno de los protagonistas reales, Justino Capean. Además es más que efectiva como entretenimiento, pues vaya que uno se la pasa bien con esta película. José Manuel Cravioto -Olimpia (2018)- es un director al que hay que seguirle la pista.

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