En los últimos meses se ha estado hablando bastante de los bebés reborn: unos muñecos que están causando furor en países como Brasil por su hiperrealismo, es decir, lo mucho que asemejan a un bebé real. A lo largo de nuestro tiempo, los bebés de juguete han existido casi desde siempre y han sido no sólo juguetes, sino también artículos de colección. La novedad de estos nuevos muñecos es que, con ellos, se están encontrando otras formas de consumo, como su uso terapéutico e incluso el proceso de creación como una forma de arte.
¿Pero qué implicaciones, tanto para bien como para mal, puede llegar a generar este fenómeno? ¿Este furor nos está diciendo algo sobre nuestras sociedades?
Más allá de lo impactante que resulta el parecido de un bebé reborn con un bebé real, éstos se están convirtiendo en un reflejo sobre los deseos no resueltos, los estigmas emocionales y las construcciones de género que rigen nuestras vidas. Como herramienta terapéutica, estos muñecos se han estado utilizando como acompañamiento para personas que han sufrido la pérdida de una hija o un hijo.

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También se han utilizado como apoyo para mujeres o parejas que no pueden tener hijos o hijas. Sobre esto hay opiniones bastante encontradas. Aunque pueden ofrecer alivio temporal, también existe el riesgo de que funcionen como un mecanismo de evasión, impidiendo el enfrentamiento del luto y del dolor real. La línea entre consuelo y negación puede volverse borrosa, y aquí es donde entra el dilema mayor de nuestras sociedades actuales: nuestra desconexión con la realidad.
Dicho lo anterior, si nos ponemos las gafas de género, nos encontramos con que la mayor parte de las personas que consumen este producto son mujeres. Son ellas quienes los compran, los cuidan, los visten, los “alimentan” y los muestran en redes sociales. Podríamos decir que este nuevo furor, si no se toma con cuidado, puede llegar a reforzar ideas tradicionalistas sobre las mujeres y su rol de madres.
El problema de la hiperrealidad de los reborn es que la incapacidad de las personas para enfrentar los problemas vaya disminuyendo. Si nos ponemos a pensar, cuando una persona pasa por un proceso de luto, las redes de apoyo son imprescindibles. Si dejamos de buscar a la gente que está con nosotros y buscamos consuelo en un objeto que simula una persona, corremos el peligro de entrar en aislamiento social.
Finalmente, queda claro que la respuesta no es el prohibicionismo o patologizar a las personas que adquieran un bebé reborn. En este sentido, vale la pena cuestionarnos las razones por las que alguien decide “adoptar” uno y tratarlo como un bebé real, más allá de juzgar o romantizar. No es que estos muñecos sean en sí mismos el problema, pero sí deberían motivarnos a revisar los sistemas de apoyo y las condiciones socioculturales para las personas que enfrentan duelos, problemas de infertilidad, exclusión emocional o roles de género impuestos.
